Aunque muchos penséis que la
central de Chernóbil era diminuta y apenas tenía importancia, en realidad era
de las más importantes: con 800 metros de largo, 220 de ancho y 4 reactores de
fisión, era la que suministraba casi toda la electricidad a Kiev, la capital de
Ucrania, situada a unos 100 km al sur.
El día del accidente, en
la central se estaban preparando para una prueba. Una prueba inicialmente sin
importancia, pero que cambiaría el curso de la historia. Consistía en comprobar
si, ante un apagón, el sistema de refrigeración seguía funcionando el tiempo
suficiente, hasta que todo volviese a la normalidad. Y se llevaría a cabo esa
misma tarde. Sin embargo, los jefazos se lo pensaron mejor: ya que la central
abastecía a todo Kiev, era mejor dejar la prueba para la madrugada, cuando
todos estaban durmiendo y la demanda de electricidad era menor. Esa decisión
fue clave para la catástrofe.
Pasada la medianoche, empezaron los
preparativos para el simulacro. Pero a esa hora, los ingenieros y expertos que
sabían de fisión se habían ido a dormir, dejando a los novatos en prácticas al
mando. La central era autosuficiente, es decir, parte de la electricidad que
generaba la usaba ella misma. Eso significa que para simular un apagón, debían
bajar la potencia del reactor. El cabecilla cogió la palanca de potencia y la
bajó hasta el mínimo, algo que todos haríamos.
Craso error. Para bajar la potencia
que da el Uranio, el reactor hace descender unas barras. Si se bajan demasiadas,
el Uranio se “envenena”, el sistema detendría el reactor automáticamente y no
volvería a generar electricidad de forma estable hasta 48 horas después. Eso
era inadmisible para una central que debe suministrar electricidad a la capital
de un país, y los novatos, presas del pánico, subieron la potencia del reactor
al máximo.
Tal y como lo habían ordenado, la
mayoría de las barras del reactor subieron. Sin embargo, el reglamento obligaba
a dejar mínimo 30 barras. Esta vez dejaron 6, y el Uranio en apenas 3 segundos volvió
a máxima potencia.
Pero hay otra cosa que permite
funcionar a una central: la refrigeración. El reactor tenía unos cuantos
motores diésel acoplados a un circuito refrigerador. El Uranio ya estaba
funcionando al máximo, pero a los motores no les dio tiempo a arrancar y empezar
a funcionar. Se estaba sobrecalentando demasiado.
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La central tras la explosión |
Unos minutos más tarde sonaron las
alarmas, y de nuevo se trataron de bajar las barras. Sin embargo, hacía tanto
calor que el mecanismo se había derretido y no lo consiguieron. Con el reactor
funcionando sin ningún control y sin que la refrigeración funcionase, ya no se
podía hacer nada.
Era la 1:24 de la madrugada del 26
de abril de 1986. Dentro del reactor sonaron unos cuantos golpes fuertes y
seguidos que hicieron temblar todo el piso. Unos segundos después, la central
explotó. Fue una explosión increíble. Comparar una bomba atómica con esto sería
como comparar una bicicleta con un Fórmula 1. La tapa del reactor, de 2000
toneladas, salió volando como si fuera de papel. Ya no se podía hacer nada. El desastre nuclear estaba servido.