
Sin embargo, los iones de litio son inestables cuando están sueltos, y buscan juntarse con otro material para estabilizarse, de la misma forma que cuando tú pierdes el equilibrio, buscas agarrarte a algo. Para eso está el dióxido de hierro.
El litio se agarraría fácilmente a éste material, pero hay un inconveniente: está ionizado y aunque se adhiera, seguiría siendo inestable. La solución: desionizarse, es decir, quitarse carga eléctrica.
Y volvemos a tener un problema: entre las dos placas hay un material que se llama electrolito, que permite que pase el litio pero no los electrones. Sin embargo, por este procedimiento funciona una batería: los electrones, al no poder pasar, salen de la batería a través del polo negativo y vuelven al positivo mediante un cable. Sin embargo, entre que salen y vuelven se pueden aprovechar poniendo aparatos eléctricos en medio. Y así, querido lector, es como se utiliza la energía de una batería para que funcione tu móvil o tu ordenador portátil.
Cuando la batería se agota, significa que todo el litio está adherido al dióxido de hierro. Al ponerla a cargar, le das tanta carga eléctrica a la placa vacía que el litio se ve más atraída por ella que por el hierro, y se va de vuelta.
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